Todos tomamos
decisiones cada día. Algunas de ellas son decisiones grandes y otra no lo son,
pero de alguna forma todas ellas afectan nuestro futuro, así como decidir qué
vestir o qué responder a alguien, qué estudiar en la universidad, qué clase de
trabajo quiero, con quién compartiré mi vida, cuánto dedicaré de mi tiempo a estudiar,
cuánto tiempo invertiré en mi computadora o en redes sociales, etc.
Todas estas
decisiones son importantes por algo que todas ella tiene en común, y eso es que
cada una de ellas tendrá consecuencias que puede ser buenas o malas, entonces
tenemos que conocer cuál es la decisión correcta.
Como cristianos
sabemos que hay ciertas cosas que son malas porque están en contra de la
voluntad de Dios, cosas como matar, robar, mentir, etc., pero hay cosas que no están
específicamente mencionadas en la biblia como malas; sin embargo, la biblia
establece parámetros que nos ayudan a saber si algo es malo.
Como humanos
naturalmente elegiremos cosas que nos puede hacer “feliz” incluso si es solo por un momento porque esa es nuestra naturaleza. Casi
nunca pensamos en las consecuencias de nuestras decisiones. Mi punto es que
nuestra actitud en la vida determinará nuestra toma de decisiones, así que, si quieres
tomar buenas decisiones, debes empezar cambiando tu actitud en la vida, es
decir, la manera en que piensas y sientes.
Solo piensa por
un momento en todas las consecuencias de las decisiones que has tomado hasta
aquí. Muchas veces cuando vemos a nuestro pasado, solemos pensar “¿qué estaba pensando?, entonces ¿Cómo puedo saber cuál es la mejor decisión
o la decisión correcta?
Para decisiones
importantes, piensa primero en las consecuencias de esa decisión, en qué
pasaría si elegirías eso; piensa en que has hecho en tu pasado; también piensa
en tu futuro y en lo que quieres ser y donde quieres estar, y luego has estas
preguntas:
- ¿Me beneficiará? ¿Será bueno para mí y los que están alrededor?
- ¿Me edificará? ¿Me ayudará esta decisión a edificar mi vida y mejorarla?
- ¿Honrará a Dios? Todos hemos sido llamados a glorificar a Dios con nuestras vidas.
Mi desafío es que
to puedas decir las palabras que Pablo dijo una vez en 1 Corintios 11.1:
“Sean imitadores de mí, como yo lo soy de Cristo”
(Ref. 1 Corintios
10:2-3-11:1)